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La Plaza de Toros de Olot

25.04.2024

LA PLAZA DE TOROS DE OLOT.

Una Historia más que Centenaria


UNOS ANTECEDENTES QUE SE REMONTAN AL SIGLO XVII 


El primer documento que narra un enfrentamiento en Olot entre el hombre y el toro es de 1636. Lo protagonizó una compañía de soldados acuartelada en la ciudad y que formaba parte de las tropas que guarnecían la frontera en el conflicto que en aquellos momentos enfrentaba a las monarquías española y francesa. El hecho, narrado brevemente por Josep Saderra en su Ressenya històrica del Santuario de Nuestra Senyora del Tura, se desarrolló en la plaza central, cerrada a tal efecto, una vez se condujo allá al animal. El único detalle que da la fuente documental es que, una vez fue muerto, su carne se repartió entre los soldados, «que era cosa graciosa de veurer [ver]». El mismo autor recoge un texto de 1748 en donde se narra por primera vez el desarrollo de un espectáculo taurino. Lo reproduciremos en catalán, tal como está en origen, y seguidamente daremos su traducción: « A cosa de las tres de la tarda se comensà la corrida de toros en la plassa major que may se havia vist tan coronada de Gent, ni may en ella se havia fet corrida que causàs major diversió y alegria. Los toros eran bravos, pero la destressa dels torajadors burlant sempre sa fieresa donà sols que admirar a la Plassa, y a la Música repetidas ocasions de celebrar ab trompas y obuesos las moltas sorts que ejecutaren.» [Hacia las tres de la tarde comenzó la corrida de toros en la plaza mayor que nunca se había visto tan coronada de gentes, ni nunca se había hecho una corrida que causara mayor diversión y alegría. Los toros eran bravos, pero la destreza de los toreros burlando siempre su fiereza sólo dio que admirar a la Plaza, y a la música celebrar en repetidas ocasiones con trompetas y oboes las muchas suertes que ejecutaron]. 

La mayoría de las festividades importantes que tuvieron lugar posteriormente, fueran éstas religiosas, laicas o de carácter político, incluyeron en su programación un día, e incluso más de uno, dedicado a las corridas de toros. Tal sucedió en 1750, con la colocación de la primera piedra de la iglesia parroquial, o en septiembre de 1778 en el marco de las fiestas de la patrona de la ciudad, o en abril de 1796 por la firma de la paz con Francia. Y lo mismo fue sucediendo en el siglo XIX, con la única salvedad de que se trasladó su celebración al paseo del Ferial y a la parte alta de éste, un lugar llamado el Torín, próximo al sitio en el que se edificaría la futura plaza de toros. 

SE CONSTRUYE LA PLAZA 

En el tomo XII del Diccionario geográfico-estadístico-histórico, de Pascual Madoz, publicado en 1849, podemos leer en la página 260 la descripción de una serie de edificios de Olot, entre los cuales encontramos una alusión a la primera plaza de toros construida en el municipio: «… hay un gabinete de historia natural de propiedad particular; un bonito teatro de construcción moderna; un pequeño circo de madera para las diversiones tauromáquicas situado en el paraje que ocupaba el convento de Capuchinos, llamado ahora Campo de Marte…». No conocemos la antigüedad de este coso, aunque es lógico pensar que por su estructura no podría ser superior a los diez o quince años, pues el convento al que se refiere Madoz había existido hasta 1825, fecha en que fue incendiado y destruido por los combates que tuvieron lugar durante el asedio que los carlistas hicieron a Olot. Sin embargo, esta plaza era del todo insuficiente para atender la demanda de localidades que había en la población, y es por ello que por iniciativa de Esteve Paluzie, un hombre dedicado a la pedagogía y a la paleografía, se constituyó un grupo de personas que, tal como él mismo narra en su obra Olot, su comarca, sus extinguidos volcanes, publicada en 1860, se propusieron impulsar la construcción de una plaza de toros, cuyas ganancias se aplicarían para sufragar los gastos de la fiesta mayor de la ciudad y para ayudar a los vecinos necesitados. 

«La extraordinaria afición que siempre han tenidos los olotenses á las corridas de toros, bueyes ó vacas, y la falta de un local á propósito para esta clase de diversiones, impulsó al autor á promover la construcción de una plaza de toros por medio de acciones. En septiembre de 1858 reuniéronse treinta y seis accionistas, acordaron las bases que debían regir á la sociedad, y el 16 se firmó la escritura ante el escribano D. Pablo Casabona. Por ella los sócios disfrutan de un asiento y entrada en todas las funciones que se den en dicho local, y el artículo séptimo de la misma está redactado en estos términos: "Las ganancias que redituase dicha plaza se aplicarán á las funciones de las fiestas del Tura, ó á las necesidades y mejoras de la población á que conviniere la mayoría de los accionistas". Emprendióse acto seguido la obra en el local llamado antiguamente "Puig dels Masells" (En este sitio se quemaban las ropas y efectos de los que morían de enfermedades contagiosas), y en 24 de Julio de 1859 (la cursiva es nuestra) se dio la primera corrida de bueyes al estilo del país. La construcción es sólida, la gradería del circo es de ladrillo de canto y el redondel de barrera á barrera tiene cerca de treinta y tres metros de diámetro». El importe de la venta del solar, de una extensión de 2.187m2, fue de 500 reales que fueron abonados por los accionistas a razón de 160 reales por acción, más tres acciones sin coste alguno. Para su construcción se utilizó la piedra basáltica, muy abundante por estar el solar junto a la falda del volcán Montsacopa, lo que le dio un especial colorido negrorojizo a su aspecto exterior. 

Los accesos contaban con tres puertas, las tradicionales Sol y Sombra y la de Arrastre. Para ver la arena el recinto contaba con seis filas de asientos corridos y quedaba detrás un espacio en el que se podía habilitar una gradería provisional de madera cuando hubiera una gran demanda de entradas. Los palcos fueron construidos en 1893, pero la plaza ya había sufrido anteriormente una modificación importante durante la última guerra carlista (1873-1875), cuando se suprimió la gradería para convertirla en baluarte de defensa y se abrieron unas aspilleras en el muro, cuya huella aún hoy se puede contemplar. El aforo de la plaza permitía la entrada de unas tres mil personas, lo que, teniendo en cuenta que la población de Olot de entonces era de once mil habitantes, puede considerarse como un poco atrevido. A medida que se aproximaba la fecha de la inauguración, la expectación fue creciendo en la ciudad y en la comarca. El Faro de la Montaña, una publicación local, señalaba el 17 de julio de 1859: «Las obras de la Plaza mercado van tocando á su término, después de la larga paralización que sufrió hace poco tiempo; de modo que pronto podremos ver cosas en ella que no dudamos llamará la atención del público». Y en la edición del día 20, en víspera de la inauguración: «El domingo próximo tendrá lugar la primera corrida, en la cual se lidiarán 12 toros de los más bravos que se han hallado en los Pirineos. Nos consta que la empresa ha puesto en juego todos los medios á fin de que el público quede satisfecho. La baratura del precio hace que esta función creemos atraiga una numerosísima concurrencia. Allá veremos». 

No tendría mal resultado la inauguración, cuando aquella publicación se hacía eco del ambiente que se respiraba en la población con este comentario publicado el 31 de julio: «Ni la guerra de Italia, ni el atentado contra Napoleón [se refiere a Napoleón III] del 14 de Febrero, ni la revolución de julio, han dado tanto que hablar como las corridas de Toros que deben verificarse por la Virgen del Tura. Ellos son la conversación de moda. Todos hablan…y pocos son los que se entienden.» Una vez fue editado, el programa de festejos recogía para el 9 de septiembre: «A las tres de la tarde la Cuadrilla de Toreros recorrerá con música las calles de esta Villa y se dirigirá luego á la plaza de toros para dar principio, previa la autorización de la superioridad, á la corrida de bichos Navarros, en la que dicha cuadrilla divertirá al público con sus pantomimas y demás juegos del arte Tauromáquico, y finalizará la función dando muerte á uno de aquellos» Otra corrida con el mismo formato estaba programada para el día siguiente. Y para que todo saliera bien, El Faro de la Montaña recogía el 23 de agosto que la plaza «ha sufrido alguna innovación, con el objeto de poder dar en ella una verdadera corrida, á cuyo fin no se ha escaseado gasto, tanto en lidiadores como en ganado.» Un dia más tarde, esta publicación incluía una "Redacción en verso del Programa anunciador de las brillantes funciones que en los días siete, ocho, nueve y diez del presente mes celebra la M. I. Villa de Olot", en la que se hacía alusión a las actividades taurinas: «Por la tarde es la corrida de toros, bichos Navarros, paso por alto esplicaros que será muy divertida» Una vez pasadas las fiestas, El Faro de la Montaña del 13 de septiembre realizó la que podemos considerar como la primera crónica taurina de las corridas celebradas en la Fiesta Mayor de Olot, aunque hay que advertir que, como se verá por el contenido del texto, su desarrollo tuvo más de espectáculo cómico que de taurino. 

La crónica estaba incluida en un artículo de valoración de las fiestas titulado Revista de Olot. En relación a la corrida celebrada el día 9, la publicación manifestaba: «Pasemos á la plaza de toros. La plaza estaba llena. A la señal convenida saltó á la arena el primer vicho (sic): corniabierto, pero de buen trapio: huyó el trapo, y como le obligaron poco, poco fue el juego que dio. La plaza de toros de Olot. Una historia más que centenaria 191 El segundo retozón, de pocos años y muy blando: se hizo de sentio, abandonando las capas en busca del cuerpo. Uno de los lidiadores besó el santo suelo, por habérsele roto la garrocha al tiempo de dar el salto. Al salir el tercer toro (era baca) se hallaba dispuesta una mojiganga, que hizo reir más de una vez á los espectadores. El cuarto toro fue…no quiero decir lo que fue. Empero el quinto fue casi el mejor de la corrida. Bien armado, juguetón, franco, hizo tomar el olivo con frecuencia. Uno de los chicos volvió á hacer el salto de la garrocha. El sesto, negro, cornicorto, y de buena estampa: aplicáronle unos cuantos lazos; pero no hizo caso de la excitacion y volvió al chiquero sin gloria, sin honor y con muchos silbidos. Pasaremos por alto algunos de los bichos, á fin de concretarnos en el que fue asesinado, puesto que otro nombre no merece por el que formaba cabeza (¡¡y que cabeza!!) de la cuadrilla. Aparece un toro en la plaza adornado con una moña (yo al menos por tal la tomé) y Blay (a) el Chato se planta ante la fiera y de una sola estocada deja pati-tieso al pobre animal. 

Cualquiera que esto lea creerá que el toro murió de una estocada algo baja recibiéndole, de algún volapié ó estocada á paso de banderilla; pues no señor, la espada consistía en una mecha encendida y la moña en un castillo de fuegos de artificios, á los cuales prendió fuego á seis pasos de distancia el insigne Blay. Chato, si esto sabes solo, Déjate de torear; puesto que eres tú muy bolo para llegar á matar. Como es de suponer, esto disgustó altamente á los espectadores, que esperaban algo más de un toro de muerte La rechifla fue completa Concedióse un toro para los aficionados, los cuales saltaron á la plaza, deseosos de lucir sus habilidades, lo cual consiguieron más de una vez. Uno de ellos sufrió una cojida, que pudo ser de fatales consecuencias. Gracias al temerario arrojo de que hicieron gala, fue uno de los mejores vichos de la corrida. No obstante; esta dejó mucho que desear. La plaza mal servida». La realizada el día 10 tuvo una mayor calidad, aunque la descripción del cronista no permite comprobarlo, pues, a diferencia de la anterior, esta crónica es muy breve y hasta cierto punto contradictoria: «Estamos en el ultimo día de fiesta. La corrida fue mucho mejor que el día anterior. Un aficionado se brindó á matar el toro á caballo, lo cual escitó algun tanto la curiosidad. El penco que montaba era indigno de presentarse en ninguna plaza»  

TRAYECTORIA POSTERIOR 

Las corridas y los espectáculos taurinos continuaron formando parte del programa de la Fiesta Mayor de Olot y sólo se vieron afectados por las vicisitudes políticas que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XIX, muy especialmente por las guerras carlistas, no sólo porque quedaron suspendidos, sino también porque los desperfectos ocasionados exigieron la rehabilitación del recinto, lo que originó cuantiosos gastos a los accionistas. A pesar de ello, estos hicieron un esfuerzo por aumentar el nivel de los toreros que participaban, pasando a contratar profesionales que le daban al espectáculo una mayor calidad y seriedad, aunque no deja de ser sorprendente que para las fiestas de septiembre de 1879 se anunciara que habría «una Corrida de toros africanos», expresión que podemos interpretar como que los astados eran de color negro. Respecto a los toreros que demostraron su arte en Olot, citaremos a los que torearon en aquellos primeros años de existencia del coso olotense. En primer lugar el que sabemos que participó el 9 de septiembre 194 Julio Clavijo Ledesma de 1850, José Blay El Chato. Y seguidamente los que lo hicieron en los primeros años de la plaza, como fueron Manuel Comeche; Espartero de Valencia, que toreó en 1890, 1891 y 1893; Nicanor Vila, Villita de Zaragoza, en 1892, 1893 y 1894; Ramón Laborda, Chato de Zaragoza, en 1892; Juan Borrel, Murulla, en 1894. En este mismo año toreó Juan Mateo, Juaniqui. En 1895 torearían Eusebio Fuentes, Manene, y Vicente Ferrer. Un año después serían Cayetano Leal, Pepeíllo, y Eduardo Leal, Llaverito. En 1889, fueron Maera y Mellaíto. La función social que tenía la Plaza por su Estatuto fundacional se centró en la obtención de fondos para subvencionar el Hospital de San Jaime de la ciudad, llegándose a programar una corrida específica en 1884 por las dificultades económicas que atravesaba la entidad, de las que se hizo eco la publicidad del evento. «A las 3 de la tarde, gran Corrida de Toros y Vacas salamanquinas, procedentes de una de las más acreditadas ganaderías y lidiados por reputada cuadrilla cuyos nombres y demás detalles se anunciarán por carteles especiales. 

El producto líquido de esta corrida, de la mañana y de la función extraordinaria que tendrá lugar en la misma Plaza en la tarde del día 11, se destina al Santo Hospital de esta Villa por tres hijos de la población, que, sabedores del precario estado en que se encuentra dicho benemérito establecimiento, cuyas puertas están próximas á cerrarse por falta de recursos, no han titubeado en organizar aquellos festejos de su propia cuenta y riesgo, con tal de poder proporcionar algunos fondos para el indicado objeto» No faltó en aquellos años algún acontecimiento novedoso que pusiera en valor la Plaza de Olot en el conjunto de Cataluña y muy probablemente del resto de España. Nos referimos a la celebración el 7 de septiembre de 1887 de una corrida nocturna, hecho recogido por el doctor Joaquim Danés en su Història d'Olot: La plaza de toros de Olot. Una historia más que centenaria 195 «A las 9 y media se dará en la Plaza de Toros una extraordinaria corrida de vacas navarras procedentes de la antigua y acreditada ganadería de D. Victoriano Ripamilán (la primera que habrá tenido lugar en Cataluña), en la que se iluminará la plaza con numerosos y brillantes focos de Luz Eléctrica de Arco Voltaico, a cargo de la distinguida Sociedad Española de Electricidad y bajo la dirección de su ingeniero Sr. Cendrán.» El interés por la fiesta llegó a tal nivel que el gremio de los tejedores tuvo que tener en cuenta los accidentes que se producían cuando se celebraba el festejo, tal como recoge el historiador local Gil Vidal en su estudio sobre la sociedad olotense, L'evolució social d'Olot. El acuerdo que el gremio llevó a cabo el 6 de enero de 1868 se expresaba en los siguientes términos: «Que si un individuo de la Hermandad se constituye en cualquier punto para ver la diversión, o espectáculo de una corrida de toros, y recibe una desgracia, no gozará del subsidio; pero si alguna necesidad le precisa pasar o dirigirse al punto del espectáculo, y recibe la tal desgracia podrá percibir el subsidio, á tenor del Reglamento». 

Un cambio significativo fue el traspaso del control de la Plaza al Ayuntamiento, lo que ocurrió en 1890. Todo se debió a los problemas económicos que representaba para los accionistas su mantenimiento, pues a pesar de que solamente se realizaban dos corridas al año, la inclemencia del tiempo y los materiales empleados exigían una periódica renovación de las instalaciones. En estas circunstancias, el Ayuntamiento obtuvo la concesión a perpetuidad de la Plaza por la cantidad de 40 pesetas y el respeto de los derechos de los accionistas, es decir la entrada gratuita y un asiento. Este acuerdo se fue matizando a lo largo de los años, pues los alcaldes se dieron cuenta de lo gravoso que resultaba para las arcas del municipio, lo que produjo no pocas complicadas y duras negociaciones entre la Corporación y los accionistas, que se han mantenido a lo largo de los años hasta la actualidad, en la que, a raíz de que el Ayuntamiento acordara en 2000 la suspensión de las corridas, aquéllos lograron que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña fallara en su favor, por lo que se realizaron festejos taurinos en 2003 y 2004, pues así estaba establecido por contrato. En 2005, el Ayuntamiento volvió a decretar la suspensión definitiva, ante lo cual los accionistas acudieron de nuevo a los tribunales para que se les restituyera la titularidad de la Plaza. Algo que todavía está pendiente de resolver.


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Revista de Estudios Taurinos, número 34 (Sevilla - 2014) págs. 185-196

Autor: Julio Clavijo Ledesma - Doctor en Historia. Catedrático de Historia de Enseñanza Secundaria. Autor de diversas obras sobre la Guerra Civil. Coordinó el apartado del siglo XX de la Història de la Garrotxa.